martes, 8 de enero de 2013

La ilusión, un placer prematuro.

Antes de nada, he de decir que por unos hechos muy recientes, he estado a punto de dar un descanso al blog. Pero he descubierto que más que perjudicarme me ayuda, y supongo que quien se mete es porque le gusta... y no puedo hacer eso a la gente que lo siga. Dicho esto... empezamos.

Como "ilusión" es una palabra tan ambigua, los significados que Internet pueda proporcionarme no son los adecuados, porque yo quiero abordar las manifestaciones en emociones y sentimientos. 
La ilusión es la esperanza puesta en algo positivo, tal como un sueño, un proyecto, un deseo... Al principio siempre deriva en una sensación de felicidad irracional, una satisfacción propia de algo que ha ocurrido, y no algo que "debe" ocurrir. Pongo debe entre comillas, porque muchas veces damos por supuesto que esa cosa va a pasar, se va a hacer realidad, y no siempre es así. No es por ser pesimista, claro que en muchas ocasiones se debe tener ilusión en algo para conseguirlo, ayuda bastante... pero no todo se consigue por quererlo y tener esperanza en ello. En ocasiones, ni trabajándolo con todas las ganas se obtiene. Por eso hay que llevar especial precaución con la ilusión.
En la anterior entrada, hablé sobre el placer conjuntamente con R.J., pues bien... ahí no llegamos a tratar el placer prematuro, que al fin y al cabo, no es ni más ni menos lo que se siente con la ilusión. Ves ese placer tan cerca, tan real y tan posible, que ya parece hasta seguro el hecho de que vaya a acontecer. Y eso sólo consigue enganchar más y más, por lo que cuanto más tiempo pasa hasta que sucede lo que tenga que suceder, mayor es la ilusión por ello. La incrementa también la impaciencia, lo que hace que aumente el nerviosismo, y el ansia por lograrlo de alguna manera o de otra, a veces hasta llegando a hacer pensar que "el fin justifica los medios". Es decir, que te permites a ti mismo intentarlo de todas las formas posibles con el objetivo de conseguirlo antes.
Hasta que por desgracia, muchas veces la misma ilusión pone en escena su otra parte, su otra cara. La decepción. Tristeza, melancolía, frustración, incluso ira... El hecho de no conseguir eso que tanto se ansiaba produce reacciones contraproducentes, que no ayudan a nada, pero tampoco se pueden evitar, puesto que son prácticamente instintivas. El ser humano necesita desahogarse como sea, tanto por lo bueno como por lo malo. Por eso, cuando no se logra un objetivo, las personas hacen cosas que en otras ocasiones no tienen sentido, incluso de las que a veces se tienen que arrepentir porque son absurdas, y lo han empeorado todo.
En conclusión: las ilusiones no son buenas. Se puede tener esperanza en algo, pero hasta cierto punto... Una vez pasado ese punto, pasa de esperanza a ilusión. Creer en algo que no es seguro ni se sabe si acontecerá, con todas las fuerzas... Eso no ayudará a que ocurra. Por otra parte, dicen que la esperanza es lo último que se pierde...

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