sábado, 19 de enero de 2013

Érase una vez...

... un criajo en la cúspide de la pubertad, con poco que decir y mucho que callar. No tiene popularidad, ni buena fama en nada. Por el contrario, tampoco es un marginado ni ha caído en el mundo de las drogas, exceptuando las copas que se ha tomado algún sábado de verano. Le ha ido mas o menos bien por la vida: en los estudios ha avanzado sin dar palo al agua, gracias a la ley del mínimo esfuerzo; en cuanto al nivel de vida, nunca ha sido para tirar cohetes, pero no se puede quejar porque ha tenido lo necesario y algún capricho que otro (pero no demasiados); las relaciones con la gente han sido casi siempre buenas, salvo por algunos imbéciles que han demostrado serlo y no merecer ni agua; y bueno, en cuanto al amor en general... no es la persona que más suerte ha tenido, por así decirlo.
A pesar de no haberlo tenido todo en ninguno de los ámbitos, se ha conformado siempre con la mediocridad de todos estos, puesto que no le hace falta nada más para ser feliz en general. Como todo el mundo, tiene sus épocas de subidón y de bajón, aunque éstas últimas cada vez se pasan más rápido. Son poco a poco menos duraderas porque cuando está con la moral baja, se para a pensar en lo que ya tiene, y en la parte buena de lo que haya sucedido para estar así... y le cambia la cara. A lo mejor son dos días de marginación, cama, dulces y música; pero después de eso ya está como una rosa. Porque los que se amargan durante mas tiempo lo hacen porque quieren.
Lo que él llama aceptar la realidad, es denominado por otros conformismo. Y en cierto modo es así, sólo cambia el nombre según la forma de verlo. La diferencia entre los dos conceptos, es que el primero lo dicen los conformistas, los que no ven el vaso ni medio lleno, ni medio vacío; y el segundo es más habitual por parte de toda esa gente que ve todo con visión de futuro, que se encierran en pensar que no se puede seguir adelante a pesar de tener todo lo que se han ganado hasta ese instante.
Es cierto que siempre hay que aspirar a más, ser una persona con vocaciones, con sueños. Y seguro que mucha gente tiene un concepto de lo que he escrito unas líneas mas arriba completamente distinto al que yo tengo. Pero, señores/as... esto es Internet. Aquí la gente expresa lo que quiere, tanto para bien como para mal. Aunque siempre llega un punto en el que la gente confunde la libertad de expresión con el libertinaje. Amig@s... la libertad tiene sus límites, marcados por los derechos y los deberes de cada uno.
Todos aquellos que creen que pueden decir cosas sin acarrear consecuencias porque "hay libertad de expresión", y se amparan en creer que están protegidos porque en Internet se puede decir de todo, están muy equivocados. Cada vez hay más cyberacoso, pero también es más perseguido por la policía, incluso por annonymous... me decepciona, y a la vez me alegra. Es un gusto que hay gente de a pie que se molesta y se preocupa por todos aquellos que tengan problemas por estos lares.
Muchos pensaréis: "¿Cómo cojones ha acabado este hablando del cyberacoso si ha empezado contando la historia de un individuo que nadie se imagina quien es por lo que ha escrito?". Pues porque en el fondo, todas las conversaciones son así. Yo en estos momentos estoy conversando conmigo mismo, para saber como escribir todo esto de tal manera que sea lógico, que vaya siguiendo un orden a pesar de cambiar de tema poco a poco como esas discusiones de adultos que pasan desde poner verde a Rajoy y sus sueldos, hasta acabar hablando de un perro que tenían hace 30 años en la cena familiar del día de reyes.
También converso con mi música. No con la letra de las canciones que escucho mientras escribo, si no con lo que ese conjunto de sonidos me transmite y me hace sentir y pensar. Esa misma música que me inspira a escribir estas pesadas líneas, me ayuda muchas veces a seguir adelante, a pasar de todo y de todos, a olvidar todos mis problemas y centrarme en disfrutar ese arte que tanto me motiva y anima. Esos sonidos que, al contrario del lo que mucha gente hace, siempre tendré guardados en mi ordenador, disponibles para cuando quiera escucharlos. Tenerlos ahí reservados mientras escucho otras canciones que también merecen la pena. Y no lo que hace el resto del mundo, que es ir cambiando constantemente esa lista de reproducción,  y adaptarla a lo que dice la lista de Los 40 Principales. Dentro de 5 años ya ni se acordarán de lo que escuchaban, porque esa música se borrará de sus memorias, tanto físicas como mentales. Son canciones pegadizas, que llegan tan fácilmente como unos meses después se largan por donde han venido. Eso NO es música... Son sonidos creados para que el artista gane dinero en una temporada, y tras esto siga creando y su anterior obra se la coma el tiempo, y la defeque en el váter del olvido.
¿Veis lo que decía antes? Ya estamos en otro tema, y casi ni os habréis dado cuenta del cambiazo... del cyberacoso a la música. Esto significa que en el fondo, todo lo que hay alrededor de nosotros está conectado. Una cosa lleva a otra, y ésta a la siguiente... y así sucesivamente.
Bueno, se acabó eso de marear dando vueltas a la nada, y al todo al mismo tiempo. Gracias por leer esta entrada tan ambigua... Y si habéis llegado aquí, por favor, agradecería algún comentario de crítica, ya sea buena o mala. Ya sea para decirme que esto es una mierda, o para discutir sobre algo en concreto de lo que haya hablado... Estoy abierto a todas las opiniones ;)
Mientras escribía esto, he estado escuchando:
Sevendust - Under


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