martes, 19 de febrero de 2013

Fecha de caducidad garantizada

Hoy en día es muy normal pensar que cualquier ser u objeto tendrá su día final, como todo en esta vida. La ropa que mucha gente compra porque está a la moda, al año siguiente la tiene guardada en el armario, casi como recuerdo. Los nuevos teléfonos móviles duran normalmente entre uno y dos años. Al principio van de lujo, pero tras unos meses la batería dura menos, la pantalla deja de responder de forma perfecta, se reinicia sólo... Sólo le falta una notificación que ponga: "Obsolescencia programada, a éste aparato tecnológico le quedan 58 días de vida útil."
Los fabricantes de productos tecnológicos emplean tiempo y dinero en dar "fecha de caducidad indefinida, pero aproximada" a toda su producción. Es una buena inversión para ellos, puesto que obligan al consumidor a comprar otro aparato que sustituya al obsoleto, no funcional, inútil o inservible; o como mucho, a buscar y adquirir la parte dañada de dicho aparato que restablezca su correcto funcionamiento. Teléfonos móviles, ordenadores, tablets, coches, frigoríficos, televisores... no hay nada que se libre de esta estrategia de marketing.
Incluso la humanidad está limitada por culpa de la avaricia de algunos. Es muy probable que exista la cura contra el cáncer, que ya haya sido elaborada incluso por más de un laboratorio, pero si al concluir la investigación aparece un tipo trajeado con una maleta llena de papelitos rectangulares de colores, seguramente de una empresa que produce y/o vende la maquinaria utilizada en la quimioterapia a los centros sanitarios, pues poco podemos hacer. Nosotros mismos nos condenamos a morir, decidimos quien debe seguir en este mundo durante más tiempo, y por el contrario, quien debe dejarlo por contraer una enfermedad terminal.
Seremos verdaderamente humanos cuando sepamos olvidar la avaricia y el bien propio, y pensemos también en los demás. Hasta entonces, seremos simples animales sin sentimientos.

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