domingo, 26 de mayo de 2013

Mi perversa mente manda

Atentos, que va uno de ciencias a hablar de cosas de letras. Acepto críticas, insultos e incluso que me menosprecien al meterme en un jardín que no es el mío, ni jamás lo será.

En mi opinión, toda palabra o expresión tiene tres partes, por así decirlo:

  1. El significado que se le atribuye en el diccionario. (Significado literal o primario)
  2. El significado que el hablante quiere dar a entender. (Significado real o secundario)
  3. El significado que el receptor entiende, no siendo necesariamente correspondido con el que transmite el hablante. (Significado ficticio o terciario)
Tal vez existan palabras que definan estos tres términos de una forma exacta y precisa, pero como resulta que no tengo demasiados conocimientos acerca de estos temas, pues es lo que hay.
Una clara prueba de la existencia de los dos primeros puntos son los eufemismos. A la gente no le gusta hablar de ciertas cosas de forma directa, ya que existe el miedo a que los de alrededor se escandalicen por escuchar a alguien hablando sin tapujos de un tema tabú para la sociedad. Hablar de la masturbación masculina puede ser algo tan basto -hablando de ella como "hacerse pajas", "cascarse el manubrio" o "meneársela"-, como sutil: "agitar el cubilete", o "darle a la buena vida".
Otra prueba es la contrapartida del eufemismo, el disfemismo. Se trata de palabras y expresiones malsonantes que se utilizan para referirse a un tema desde un tono humorístico, como por ejemplo "diñarla" o  "estirar la pata" para hablar de la muerte. El eufemismo sería "pasar a mejor vida", ya que suena mucho más positivo que anunciar simplemente que quien sea ha abandonado este mundo.
Aunque lo verdaderamente interesante se encuentra en el tercer punto, ya que depende exclusivamente del receptor. Éste puede entender el mensaje de una manera u otra, pero también puede hacer ver que lo ha entendido de otra totalmente distorsionada a la que en realidad ha entendido. Yo, como buena persona retorcida de mente que soy, procuro siempre llevar el significado de las cosas hasta los extremos más alejados de lo que se quería decir al principio. Por eso, siempre aviso de que todo lo que me digan, puede ser y será usado en su contra. Cualquier frase o expresión que se pueda convertir en un eufemismo sin serlo, al margen de lo que verdaderamente signifique, será dada a entender del modo más vergonzoso y malsonante que se me ocurra.
Dicen por ahí que una persona inteligente no dice todo lo que piensa, pero sí piensa todo lo que dice. Ya voy comentando de que para evitar ese tercer punto, hay que tener la mente mucho más retorcida que el receptor, para prever lo que pensará y dirá en cada caso, y hallar la única forma de expresar algo de tal modo que sea imposible de cambiar su significado. Vamos, que es imposible, a menos que seas Gregory House. Ouch, ¡que lástima! Es un ser ficticio...
Bueno, que ya me callo. Rayaos la cabeza, pero mejor aún, rayad la del resto poniendo en práctica el tercer punto de mi teoría. Es lo más divertido que hay, y como digo siempre... ¡ES GRATIS!


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